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30 años después “Por todo y a pesar de todo, mi amor, yo quiero vivir en vos”. La bella y justa frase de “Serenata para la tierra de uno” de María Elena Walsh cae justo para graficar lo que han sentido durante una semana los tres ex combatientes de Malvinas que partieron desde nuestra ciudad  el miércoles 9, en un viaje interminable, en auto propio, hacia el sur. El destino final eran nuestras Islas, a las que llegaron el domingo pasado en avión, pisando el mismo suelo patrio que los recibió hace 30 años, en medio de la guerra con Inglaterra, con sus caras de adolescentes, sus sueños, miedos y esperanzas a flor de piel.

Los uruguayenses Armando Scevola, Ulises Monzón y Ricardo Lucero cumplieron la promesa de regresar para recordar y rendir homenaje a los camaradas caídos en combate, pero también, en gesto que los pinta cabales y honorables, extendiendo ese homenaje a los soldados ingleses muertos en combate. Junto a ellos viajó también Elvio Charreún, vecino de Urdinarrain y permanente colaborador de la Sala Sirtori de nuestra ciudad y todos recibieron alojamiento en la casa de Rodolfo, un ciudadano chileno que vive en Malvinas con su mujer.

DIARIO

El Diario de Viaje marca que el primer día en Malvinas los recibió como debía ser. Con dureza, con mucha lluvia y viento, tal como lo padecieron tres décadas atrás, potenciando las debilidades y limitaciones con las que llegaron a defenderlas. En la primera recorrida todo fue de reconocimiento de posiciones de combate, en otro momento de fuertes recuerdos para los tres. En ese primer día visitaron el famoso Monte Tumbledon, lugar, como recordó Scevola, donde “estaba mi posición junto a mis compañeros. Si bien esta todo destruido, hay algunas cosas, como por ejemplo el tambor de 200 litros donde nos bañábamos”.

Al día siguiente, el 14, partieron rumbo a Bahía San Carlos, punto de desembarco de los ingleses, donde fueron recibidos por pobladores del lugar que les mostraron el museo que crearon una vez finalizada la guerra. En este lugar también se encuentra el cementerio inglés, donde dejaron sus respetos y plegarias a los caídos en combate por el lado de los invasores.

Las emociones iban creciendo para alcanzar su punto máximo al llegar al pueblo ubicado en la Bahía Darwin, a sólo ocho kilómetros de Cementerio Argentino, hasta donde llegaron empujados por un pecho que apenas respiraba por la emoción. Las cruces blancas se alzan apenas sobre el piso. Esa imagen es suficiente para derribar a cualquiera. La claridad que devuelven las cruces contrasta con el cielo gris, haciendo que sea imposible no divisarlas. Los tres combatientes, Charreún y el guía que los acompañó, junto a una pareja de jóvenes que cantó para ellos, rindieron acaso el más sentido homenaje de todos los realizados durante el viaje. Colocaron una cinta argentina en la tumba del Soldado Desconocido, una bandera argentina y otros objetos que les dieron antes de su partida.

En el tercer día visitaron Sapper Hill, colocando una placa con el nombre de la Sala de Malvinas Daniel Sirtori. Este lugar fue defendido por el capitán de fragata Hugo Robacio y sus soldados aún después de consumarse la rendición.

El tiempo pasó rápido. Los ex combatientes están pegando la vuelta, dejando otra vez atrás Malvinas. Esta vez regresan más livianos, tal como expresó Scevola “es como librase de ese peso. Estoy muy cambiado”. Ahora llegará el tiempo de reflexiones más calmas, sin las trampas que las emociones le ponen al corazón los recuerdos.

Qué hicieron

Los ex combatientes de nuestra ciudad pertenecían al batallón de Infantería de Marina Nº 5 de Tierra del Fuego. Ricardo Lucero ocupó el puesto comando en el BIM 5 y dibujó croquis de los lugares estratégicos. Ulises Monzón fue comunicante del BIM 5, instalando cables para teléfonos, encontrando intactos varios de ellos en este viaje. Armando Scévola cumplió tareas en la sala armamento del BIM 5, repartiendo municiones y armamento por toda la isla en helicóptero.

UNA FOTO

Los tres uruguayenses hincados sobre la tumba que guarda los restos del cabo Julio Omar Benítez grafica como ninguna el sentido del viaje. Los tres en silencioso homenaje al cabo oriundo de Basavilbaso caído en la guerra quedará como un notable testimonio del dolor que causó la aventura trasnochada de un general borracho y sus secuaces civiles, ávidos de perpetuarse en el poder para continuar con sus beneficios económicos. Una imagen que deberá ser ampliada, explicada y distribuida en nuestras escuelas para que los gurises sepan la inutilidad de una guerra y la vez comprendan el valor y la entereza de nuestrosex combatientes.

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